lunes, 31 de mayo de 2010

Via Appia Antica

Hoy el día comenzó como muchos otros que he tenido. Me desperté temprano, desayune cereal y salí lista y preparada para mi maratón diaria. Tenía una ruta echa pero, como siempre, en el camino la cambie. Subí, baje, doble, me seudo perdí hasta que vi todo por lo cual me había desviado. Seguidamente me dirigí al que iba a ser mi primer destino, me iba a sentar a ver el mapa del lugar por ahí y en eso, se vuelve a romper la chala que ya había arreglado y cocido ayer –es el cuarto par de zapatos que se me echan a perder en este viaje- mierda.

Trate de caminar con ella, di una vueltas por acá y por allá pero me di cuenta que iba a ser imposible seguir así, tenía que retornar a casa. Tome una vez más la larga cuadra que me había llevado a ese lugar y camine como pude: con chalas, sin chalas, con chala coja. Finalmente, y luego de más de 20 minutos, llegue a la casa con una suela en mi mano y la otra en el pie, todo esto acompañado de dos plantas negras.

Entre al departamento, tomé mis otras zapatillas ya algo rotas para no seguir destruyendo más cosas, lave mis pies y salí. Salí a algo que no me imaginaba y que rompió la normalidad del día para mi.

Cuando dicen que “Todos los caminos llegan a Roma” se refieren a ella: la eterna, larga, angosta y ´adoquinosa Via Appia Antica –según lo que me contó la Sol-. Ciertamente ahora no entiendo muy bien cómo mi tía fue capaz de mandarme para allá si ella nunca antes había hecho ese recorrido... por lo mismo, no tuve ninguna advertencia de en qué me estaba metiendo.

Me demoré mínimo dos horas en casi atravesarla. La sal corría por mi cabeza a causa del calor infernal y de los autos que casi me atropellaban de vez en cuando por la falta de berma para caminar. Y ahí estaba yo, la única torpe turista caminando pegada a la muralla por esa especie de carretera eterna ya que su tía le había dicho que fuera. Ilusa de yo.

Luego de pasar no sé cuántos minutos bajo el sol -no sólo en esa vía- y de ver cosas maravillosas, imaginando cómo los romanos luchaban en esos castillos y defendían esos fuertes, decidí comenzar el retorno.

Ya no veía turistas a mi al rededor, estaba en una calle más angosta que las otras y sólo contemplaba casas y autos pasar. Mire a la derecha, a la izquierda y me reí mientras pensaba en cómo cresta me iba a devolver nuevamente por esas callesitas con el calor que hacía y con lo mucho que ya había caminado. Cinco segundos después, posteriores a visualizarme viviendo una horrible pesadilla, decidí hacer lo más sensato para mi.

Espere a que no pasaran autos, corrí rápidamente al frente, busqué un punto estratégico y mire a todos lados. Volví a meditar mi idea una vez más y la ejecute: mochila al frente, brazo estirado y dedo arriba.

Después de unos cinco minutos donde recibí chiflidos, bocinazos, viendo pasar autos que no paraban y el sol derritiéndome, se detuvo él. Un Alfa Romeo rojo descapotable. Su conductor en un traje azul turquesa de Dolce & Gabbana se sacó sus gafas Giorgio Armani, me abrió la puerta y me invitó a subir.


- ¿Dónde vas? Me dijo en italiano.

- Al centro, respondí en castellano sin pensar.

- Justo voy para allá, me dijo en el mismo idioma en el cual le hable, te dejo donde quieras


Yo, perpleja por la situación, sonreí coquetamente, me acomode en el asiento y me puse cinturón de seguridad. Marcello –ese era su nombre- era perfecto: hablaba en inglés, español e italiano; tenía puesta una música increíble; y su voz, era como droga para mis oídos, me sentía flotando en la inmensidad del mar. Admiraba atónita sus ojos profundos, su barba cuidadosamente cortada, su pelo desordenado al viento.

Estaba tan embobaba mirándolo y escuchándolo que no me di cuenta que nos dirigíamos al otro lado que no era el centro, que estábamos en la mitad de la nada y que él cada vez aceleraba más y sonreía menos. Mi corazón comenzó a acelerarse, la película “Taken” y el tráfico de mujeres en Europa corrió a mi cabeza. ¿Qué pasaba si Marcello era uno más de esos, si era de la mafia italiana, de esa que nadie puede tocar? En mi desesperación al ver que la puerta estaba con seguro y no lo podía sacar, me desabroche el cinturón y salte por el techo que no estaba.

Volé por los aires, choqué contra el piso y mi cabeza se azotó con el pavimento... y en eso desperté. Había tanto sol que yo ya me había insolado y cada vez alucinaba más. Justo, cuando abrí los ojos y me di cuenta de la realidad, había parado un auto azul frente a mi.


-You speack english? Le pregunté.

- Little.

- I`m really, really lost and i need go to the center... you can help me? Please!

- Colombo, I`m go to Colombo... algo así entendí de lo que me dijo.

- I can?... asentó con la cabeza y me subí -pienso que después de años de experiencia haciendo dedo, ya me sé perfectamente la cara de perro desolado con ojos tapatíos-.

Creo que él ha sido el primer italiano verdaderamente simpático que he conocido. Pesé a que no hablaba inglés y que no había forma de que nos comunicáramos decentemente, me llevo en su auto sin música, con el viento que entraba por las ventanas y me dejó cerca de un paradero donde pasaban buses al centro.


- Bye!!! Thank you very much. Le dije al bajar del auto.

- Good afternoon... escuche mientras me alejaba de ahí.


Llegue al paradero, mire el mapa y decidí seguir caminando. Ya estaba en la civilización: habían bermas, personas caminando por ellas, motos pasándose los pasos de cebra y hasta un supermercado. Ya no tendría que pegarme a una muralla, ya no tendría que respirar profundo cada vez que pasara un auto rápido mientras yo sintiera que esa vez si que me iban atropellar. Ya no tendría que hacer nada de eso gracias a ese señor del cual ni siquiera supe su nombre.

Lección: los caminos que llegan a Roma pueden ser muy largos y muy estrechos para estos tiempo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ame "via appia antica"...
Descubri un lugar maravilloso en santiago. Cuando crei q ya no podia hacer ni descubrir nada mas aqui, me di cuenta de q hay gente maravillosa a las cuales se les ocurre crear lugares maravillosos para compartir.
"La boa Torio" se llama, cuando llegues va a ser al primer lugar q te lleve (me encantaria q fuese mi primera vez tambien, pero no lo pude evitar y tuve q entrar).
Fue casi como volar en globo.
Se que lo vas amar tanto como yo.

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