viernes, 28 de mayo de 2010

Sensaciones de buses

No sé por qué pero siempre que voy en un bus de un país a otro y hay taco en la carretera, pienso que estamos en Francia. Muchas veces pasa que verdaderamente estamos pasando por ahí, pero asumo que muchas otras simplemente me lo imagino.

Siempre que hay taco recuerdo el cuento de Cortázar donde los autos eran como sus dueños, donde estos se relacionaban entre ellos, formaban historias, creaban cuentos. Me imagino a personas hablando más adelante, a nosotros bajándonos y esperando sentados en la berma viendo si en algún momento la cosa se mueve. Pero justo cuando pienso que esto no va a progresar ni una gota más, el horizonte comienza a despejarse y todo avanza.

Luego, cuando todo sigue en movimiento, siento que el bus va camino a Viña o a Santiago y si miro por las ventanas y veo un avión, divarió en que voy sobre él camino a Chile o que recién vengo viajando a Europa. Nunca, o rara vez, siento que estoy acá-acá.

Pero viajar en bus tiene su beneficio. Pese a los tacos, a las horas sentadas, a los compañeros de asiento que lo ocupan todo, uno puede ver lugares y paisajes que de otra forma sería imposible. Paso, a veces, por los mismos sitios una y otra vez y aunque no tenga la menor idea de dónde estoy, los recuerdo.

Miro otras cosas de las cuales antes no me había percatado y aprendo de nuevo, o trato por lo menos.











...

Primera vez que viajo sin patas gruesas bajos los pantalones y el frío es insoportable. Primera vez que viajo sin mis botas de agua y esta vez no para de llover. Primera vez que un viaje es tan, pero tan probl

emático como este... estoy varada en Milán desde las 10:30 esperando a que mi bus, que debería haber estado acá cuando yo llegué, parta quizás a las 14:00 recién rumbo a Roma y para peor, ninguno de estos italianos habla inglés. Cero respuesta.

La historia termino como siempre, como casi lo que ha sido toda Europa para mi -sin con esto querer sonar a víctima-. Se suponía que iba a llegar a las 4:45 a la estación pero arribe a las 23:00. Tuve que hacer cambio de buses tres veces, aguantar que un chofer mal educado me insultará y gritará en francés –claramente hice lo mismo de vuelta en castellano- y conformarme con que, finalmente, no conseguí el nombre del “encargado” para dejar un reclamo por su mala labor, pues éste se negó a darmelo.

Obviamente Europa me volvió a ver llorar, esta vez en un bus que cruzaba Italia para dirigirse a la segunda parada, Siena. Estoy cansada que este continente de mierda me haga llorar y de mi por no ser capaz de aguantarme.

1 comentario:

marce dijo...

Para mi estimadísima llorona:

Me encantó eso de "Miro otras cosas de las cuales antes no me había percatado y aprendo de nuevo, o trato por lo menos".

A propósito, te transcribo un cuentito de Galeano, que se llama Aprendiendo a ver:

Es mediodía y James Baldwin está caminando con un amigo por las calles del sur de la isla de Manhattan. La luz roja los detiene en una esquina.
—Mira —le dice el amigo señalando el suelo.
Baldwin mira. No ve nada.
—Mira, mira.
Nada. Allí no hay nada que mirar, nada que ver. Un cochino charquito de agua contra el borde de la acera y nada más. Pero el amigo insiste:
—¿Ves? ¿Estás viendo?
Y entonces Baldwin clava la mirada y ve. Ve una mancha de aceite estremeciéndose en el charco. Después, en la mancha de aceite ve el arco iris. Y más adentro, charco adentro, la calle pasa, y la gente pasa por la calle, los náufragos y los locos y los magos, y el mundo entero pasa, asombroso mundo lleno de mundos que en el mundo fulguran; y así gracias a un amigo, Baldwin ve, por primera vez en su vida ve.

beso enorme

Publicar un comentario