miércoles, 20 de octubre de 2010

21 primaveras + 1 otoño

Cuando yo era chica miraba a los grandes. A los grandes de como diez y seis, dieciocho, y los veía pero tan, tan grandes en verdad. Me imaginaba las cosas que hacían, los temas que hablarían, lo maduros que actuarían. Yo hoy tengo veinte y dos y no me siento tanta cosa como yo pensaba que sería.

...

Me desperté más temprano de lo que tenía pronosticado. Recién llegue ayer después de casi veinte horas en barco, una y media en tren y alrededor de no sé cuántos minutos en taxi diciendo diestra y sinestra todo el rato –después de que, según yo, el turista me tratará como una turista más y pensará que yo no tenía la menor idea de dónde me dirigía-. Llegue con mi maleta echa pedazos: una rueda menos, un tajo más. Cinco países en casi siete meses, ocho casas en doscientos dieciséis días.

Me desperté temprano y fui a saludar esperando un grito victorioso, globos, trompetas, serpentinas y chayas. No, no, simplemente fui a saludar esperando algo así como un: Feliz Cumpleaños Mariancito. Pero parece que todo esto de ir y venir, llegar y partir, puede producir un shock tan grande que hasta un elefante olvidaría.

Dos horas después sonó el teléfono de casa. Lo siento Mariancito, decía la voz de mi tía al otro lado. Me traspapele y pensé que tu cumpleaños era el viernes, se me fue. Qué quieres hacer hoy, dónde te gustaría ir –mi hermano lindo dio la alerta del olvido-.

Finalmente, pasaron por casa a recogerme con una cajita de bombones. Fuimos a la Piazza del Popolo, yo por una cerveza y la Sol por una champaña en mi honor; luego nos dirigimos al cine a ver “Eat Pray Love”, en inglés con subtítulos en italiano –claro esta- y pesé a que no entendí mucho por lo menos no me dormí; y para terminar, comí Ravioles rellenos de pera con salsa de naranja.

No fue lo que esperaba. En verdad nada este año ha sido mucho como me esperaba pero de seguro, no habría podido tener un mejor cumpleaños que este estando acá. O quién sabe, quizás algún día sí.


Aún así este fue el primer cumpleaños fuera de casa...

martes, 19 de octubre de 2010

Cruise Roma

La primavera vez que tuve que cruzar el mar en Europa fue para atravesar el Canal de la Mancha e ir y venir de Inglaterra. Aún así, esta vez se siente como la primera, es distinto. Eso era un ferry-ferry, esto es un ferry-barco.


Anoche salí a las ocho de la noche de la casa de la Isa y ella me dejo en la puerta del metro: Vallcarca. Baje las maletas por las escaleras, ayudándome con mi rodillas, hasta que llegue al vagón. X estaciones después estaba la que yo necesitaba, Drassanes. Empuje mi cuerpo con la mochila a la espalda, la otra al pecho y los más de treinta kilos en mi mano. Me dirigí gustosa al ascensor, pero claro, justo esta vez no estaba funcionando.

Subí lentamente peldaño por peldaño, camine cuadra por cuadra, espere cada semáforo y en el camino, fui preguntando dónde estaba el puerto. Primer terminal a Baleares –no era el mio-, segundo terminal al resto. Ahí estaba Grimaldi Lines. Paso a las ventanillas para hacer mi check-in y era de esperarse, me había equivocado al comprar el pasaje. Hoy es dieciocho, me decían, usted tiene su pasaje para el veinte. Y no hay posibilidad de cambiarlo, le preguntaba, le prometo que lo compré hoy y no sé, quizás me equivoqué. Le sale lo mismo que comprarse otro...

Tuve que caminar un eterno pasillo ya que mi barco era el último. Me senté en las escaleras al final de él y espere, espere como si estar sentada me sirviera de algo. Pero no, volví a bajar todo una vez más escalón por escalón y cuando ya me acercaba al barco, llego un señor de chaqueta verde a ayudarme. La vi sentada allá arriba pero no sabía que venía para acá. No se preocupe con sus cosas, yo la ayudo con su maleta. Uy, que pesa... dígamelo a mí.

Samuel -proveniente de Honduras- me dejo ubicada en el espacio de los sin asientos, algo así como tercera clase. Me puso las maletas con las otras y me dijo que me sentara donde yo quisiera. Busqué un lugar en la mitad de la gran cabina –ya que mi cabeza esta acostumbrada a andar en buses y en ellos, ese el lugar perfecto por si choca allá menos daño- y me acomode. Después salí, me fume un cigarro y volví a dormir.

La noche no fue de las mejores. En el lugar eran casi puros hombres –salvo una chica sentada adelante mió y yo-, olía a pata, roncaba, se tiraban peos y algunos, hasta hablaban de noche. Yo por más que me acomodaba me dolía todo, debe ser que ya son muchos días sin una cama permanente, pero dio igual. A las diez de la mañana me despertaron los alto parlantes y decidí salir a caminar.

Me siento como en el Titanic. Me sonrió sola al pensar que estoy en un barco cruzando de España a Italia. Ando como huasa Carmela por los pasillos sacando fotos escondida de la gente –obvio que me da vergüenza-, saliendo cada vez que puedo al exterior a ver el mar, tomar sol y sentir la brisa salada.

Donde duermo es como si fuera un cine. Esta lleno de asientos, de butacas y hay una pequeña televisión al frente que transmite imágenes en italiano. Nos encontramos en el piso siete al nivel de recepción. Todo es más bien plano pero en un momento aparecen los avisos, las escaleras, los espejos y las luces. Uno va subiendo al mundo, voy viendo gente, escucho ruido, siento olores a distintas comidas. Nosotros dormimos como en un submundo.

Encuentro una sala con sillones rojos y decido ver películas ahí mientras escucho historias entrecortadas en mis oídos, las cuales se entremezclan con los diálogos que trato de leer. //Es camionero, va y viene, va y viene según lo que él dice. Hace algunos años un camión le mato a su hijo, que paradoja. La vida sobre cuatro ruedas, la vida cargando y descargando. Mi hijo bajo tierra y el hombre anda por ahí libre. Paso por la mañana y se dio a la fuga. Nadie vio nada, no hubo ningún testigo y recién lo pillaron a las seis de la tarde. No tenía seguro, iba con sobrepeso y ahí sigue, libre. “En España la justicia no es la justicia, es la injusticia. Todos están con los delincuentes”, le decían//

Empiezo a ir y a volver, conozco a Paco y a Sergio –parecía que todo el barco estaba lleno de camioneros-. Me cuentan sus vidas, les cuento la mía. Hablamos de la comida, de los barcos, de los trabajos, de la jubilación, todo mientras vamos quemando un cigarro tras el otro. Vamos a la azotea del barco a tomarnos un café y sigue todo igual, todo igual hasta que se acerca la hora en que los sacaran de sus piezas. Tienen que ir a ordenar.

Veinte y dos horas de viaje. Civitavecchia. Bus hasta la estación de trenes. Correr a un andén arrastrando la maleta, moverse a otro mientras se rompen las ruedas y todo lo demás. Y cuando ya pensaba que iba a perder el segundo tren por no podes mover tantos kilos él me ayudo, de Senegal era. Me senté que una australiana que había conocido, el se movió cerca y nos fuimos todos hablando. Primera vez que era yo quien tenía que traducir de lado a lado.

Termini. Arrastrar las maletas más de diez minutos hasta un taxi. Per il Quirinale per favore... Casa.

....


Creo que cruzar en barco de España a Italia es una de las mejores opciones que hay. El viaje dura 22 horas, el ticket cuesta 30 euros sin acomodación pero ya se sabe que en el piso de la recepción hay espacio para esa "tercera clase". Además, si uno va al final de las butacas puede encontrar algunas que no tienen el apoya brazos entre medio, por lo tanto, es posible estirarse y dormir seudo como la gente ahí. En verano habilitan una pichina arriba donde se encuentra el bar, en la noche hay música en vivo en el restaurant y si a uno no le gusta nada de eso, puede optar por el casino.


lunes, 18 de octubre de 2010

Odisea

Día a día volvían a adherir a la huelga y yo, claramente, ya me tenía que mover. Si no lo intentaba de Bruselas no salía. Me hicieron la mejor combinación que se pudo pero nadie me aseguraba que llegaría a destino, hasta, lo dudaban. Pero yo no.

Almorzamos juntas con la Bianca y a las 15:23 me fui a tomar el primero de todos mis trenes: Buselas-Gent.St Pieters. Gent St.Pieters-Lille Flandres; Lille Flandres-Amiens; Amiens... ahí me quede. Llegue a las 20:30 y ya no habían más trenes a ningún lado por ese día. La estación queda abierta de noche, pregunté. No, la cerramos en un rato.

La búsqueda de hostales resulto infructuosa, sólo aparecían hoteles a mi alrededor que costaban entre cincuenta a setenta euros la noche. Horror. No quedaba otra que devolverse a la estación y esperar que me echaran. Mi tren salía a las 5:20.

Escuche música, estiré los músculos y me vestí con lo que más pude -tres calcetines, unas patas largas, un pijama de invierno, unos jeans, un polerón, un polar, una chaqueta de cuero, una bufanda, un gorro- y como yo soy bastante escandalosa con la temperatura, aún así tenía frío.

Como a las 23:30 llegaron tres guardias a hablarme.
- Sólo inglés, dije.
- A dónde va, comenzó a decirme uno.
- A Bacelona la verdad, pero inicialmente tengo que llegar a Paris.
- Pero hoy ya no hay trenes, primero sale mañana a las 5.
- Lo sé.
- Y qué va a hacer?
- Pasaré la noche en la estación si puedo y si no, me quedaré ahí afuera hasta que me dejen entrar de nuevo. Le dije señalando la calle de al frente.

Espere. Comenzaron los llamados, los woki toki y las mil palabras que no entendía. Acompañenos, me dijeron, y camine tras ellos hasta que llegué al centro de operaciones de la seguridad. Puede dormir acá hasta que abran la estación, me ofreció el mismo de antes mientras me señalaba tres sillas que junte y se convirtieron en mi cama provisional.

A las 4:20 me despertaron para volver a los asientos de siempre y seguir esperando. Amiens-Paris Nord; Metro a Montparnasse; vuelta a Nord; otra vez Montparnasse; caminar algo más de una hora hasta Gare de Austerlitz. Decisión: llamar a los amigos y esperar el tren que salía a las 13:52 e ir a Toulouse.

Una señora se sentó a mi lado y me comenzó a hablar, cero idioma en común. Me hizo dibujos, me regalo un pan, una manzana, una barra de cereal con chocolate y nos juntamos con tres mujeres más francesas, sólo los ojos me comunicaban con ellas. Después nos reunimos todos atentos bajo la pantalla gigante que muestra los trenes y los andenes desde donde partirán. Se formaban más grupos en la espera, la gente trataba de adivinar desde dónde saldría el nuestro y unos con otros nos mirábamos esperando a ver quién se movería primero.

Dieron el aviso por los alto parlantes y todos empezamos a correr al 21. Al lado de la destinación aparecía que el tren estaba lleno, por lo cual, había que encontrar un puesto como fue pero... error. En mi rapidez por que no me pisaran ni me botaran en la estampida, me metí a un vagón de primera clase y de ahí no pude salir en el rato suficiente para quedarme sin asiento. Casi las 6 horas del viaje las recorrí sentada en la puerta de salida acompañada por otras personas y sus respectivas maletas. Esperando. Esperando a que se desocupara un lugar, a que nos pidieran los tickets que nadie nunca controlo, a que el tiempo pasará rápido. Del pasillo me moví a algo que alguna vez fue una cocina y vimos una película en mi computador con otros franceses "The Ghost Writer".

Llegue y después de unas vueltas ahí estaban, otra vez esperandome con sonrisas en la cara. Nos fuimos en el metro a casa conmigo en función vitrola, contando de ahora hacía atrás todo lo que había pasado desde la última vez que los vi. Comimos, ducha, cama y a la mañana siguiente recomenzó el circo.

Estación de Matabiau. Tren a Montpellier después de que me aseguraran que desde ahí a las 15:00 saldría algo a Barcelona, mentira. Mañana sale un bus hasta Figueras a las 7:27, después de eso toma el tren Español respondió el de informaciones a mis quejas. Montpellier-Narbonne; Narbonne Montpellier. Después ya no había nada para devolverse a Toulouse, no quedaba otra que quedarse. Nueva búsqueda de hoteles, hostales, un lugar sin precios por las nubes. Imposible.
Volví a la estación resignada. Me senté frente la pantalla gigante y mientras me decía que llorar no servía de nada, pensaba que por obra de magia aparecía algo para que me fuera de allá. Baje a la central de informaciones a preguntar si podía pasar la noche ahí peor la negativa fue rotunda. Por suerte para mi, siempre aparece alguien. Esa noche no estaba sola, otro señor sudafricano-inglés se encontraba en la misma situación y decidimos pasar las horas juntos. Caminamos con nuestros bolsos por las frías calles de Montpellier buscando un café, un lugar abierto que nos cobijara por la noche. Tratamos de abrir un cajero automático con mi tarjeta, entrar y capear el calor pero nada funciono.

A las 2 de la madrugada volvimos a la puerta de la estación, yo me encontraba decidida a tocarlas hasta que nos dejaran entrar pero claramente, mi plan no funciono. Nos quedamos ahí, sentados, apoyados en los vidrios, con los bolsos esparcidos. Pero... no estábamos solos, otras tres personas más esperaban un tren al igual que nosotros. Un señor español viejito, que había sido operado hace sólo unas semanas, y una pareja de gringos. Franceses inconscientes.

La noche fue larga y fría. El suelo congelaba, el viento no era de mucha ayuda y al final, los minutos se empezaron a arrastrar por el reloj. Pero por suerte, a las 5 en punto nos abrieron las puertas y pudimos sentarnos un rato, dormitar sobre las mochilas y sentir que la ida cada vez era más inminente.

Gringos y yo; Bus la esquina de a la izquierda, a la derecha y a la izquierda; parada en algún lugar; parada en Perpignan; Figueres! Esperar de nuevo, tren, Sants, metro línea 3, Penitents, caminar y por fin amiga y su casa.



martes, 12 de octubre de 2010

Estaciones

Parece que antes no me había dado cuenta pero en las estaciones de trenes casi todo el mundo corre. Con bolsos, maletas, caras pálidas, sudadas,. Con bocas abiertas y cerradas. En cambio yo, creo que no suelo correr a los andenes salvo la vez que estuve viajando con "los nueve". Ahí si que me/nos toco correr un par de veces.

Antes, en el tiempo que tomaba buses, pase más de un susto. Siempre pasaba algo: cerraban las calles, no pasaba el tram, el despertador no sonaba. Ahora siempre estoy con tiempo. Me siento, observo, escribo y pienso más de lo que me gustaría pensar. Como que pensaba que me iba a ir pero no!: huelga francesa, imposible llegar a Barcelona... se acabo Portugal.


lunes, 11 de octubre de 2010

De ciudad a ciudad

La cabeza no me dejaba dormir. Desayuné una película, ni siquiera me duche y salí en busca de los veinte y siete euros que me habían costados las reservas de ayer. Nada. Acá en Europa por más que peleo nunca logro nada que no sea putearme sola. Mande una carta quejandose y pidiendo su dinero de vuelta a la empresa, dijo, no es ni mi culpa ni mi problema. Seguro no es tu responsabilidad, seguro que estos tickets los imprimí en mi casa y nadie, en este mismo sitio, me los vendió ayer. Seguro.

De Midi a Central; de Central a Gent. Por más que quería no podía disfrutar la ciudad, mis pensamientos eran una licuadora incesante hasta que encontré la solución perfecta: me voy a Holanda. La imagen corrió por mi cabeza y supe que era lo mejor que podía hacer. Hace días no sentía tal convicción, tanta alegría por la "idea" de un lugar.

Mis pies querían correr pero yo caminaba atrás de ellos pensando. Pensando que vería canales, que cambiaría el clima quizás, que podría comprar stroopwafels y sonreír, sólo sonreír. Mire ansiosas los carteles amarillos, buscando las salidas al país de las bicicletas y encontré algo distinto: Oostend; Bianca y una palabra me vino a la cabeza... mar. Pues bien, me dije, a la playa y después al bosque.

En el camino sólo veía ovejas y vacas hasta que apareció la primera, una gaviota. Me baje en la estación y la mueca en mi boca comenzó a aflorar. El olor del aire era una mezcla de dulce con mar, de viento con sal. Me dirigí a ver los trenes a Bruselas, no fuera a ser que me pediera A`Dam o a donde pudiera llegar. Máximo veinte minutos para caminar.

Cambie un día en la playa por un supermercado Albert Hejin, cambie la arena y el mar por una Iglesia en grises -la cual estaba cerrada cuando me acerque-. Cambie un tren por otro, el anden de llegada por el de salida, los libros por la música. Cambie.

De Oostend a Bruselas otra vez. Frontera, Roosendaal. Supermercado a casi media hora caminando de la estación, no. Tren, pasar por Dordrecht después de siete meses... Rotterdam. Dos paquetes de stroopwafels y volver de vuelta a casa como si hubiera ganada una maratón.

domingo, 10 de octubre de 2010

La bajada camino a Budapest

Era raro todo, desde ayer era raro no sé por qué. Miedo a partir, miedo a todo. Como con esa angustia que carcome el pecho y uno no sabe de dónde viene, pero como ya había pasado mucha importancia no le di. Quizás debí haberlo hecho.

...

Es que no sólo los franceses son lo peor, los belgas les hacen la competencia y muy atrás no se quedan.

Me han bajado del tren. Sí, así de simple como se lee. Se baja en la próxima estación o paga todo el trayecto Bruselas-Frankfurt y, además, después paga Frankfurt-Viena, me dijo. Pero si yo voy a Budapest!!! le respondía. No vivo en Alemania, teng
o residencia española -cosa que no tenía cómo comprobar- y el ticket dice claramente que no puedo usarlo en mi país de residencia, no en mi país de nacionalidad. O paga o se baja, enfatizó. Yo me quedo con todos sus tickets hasta que decida. Mierda y la concha tu madre. A ver, no entiendo nada. Explíqueme entonces por qué en la estación me vendieron los boletos si se supone que no puedo ocuparlos. No sé, murmuro mientras me daba su gorda y baja espalda.

Qué pasa, me preguntaba mi compañero alemán de puesto y yo, de la pura rabia, le hable con mi mejor inglés de la vida dando cátedra de la situación mientras buscaba mi carnet de identidad chileno, mi tarjeta del banco español, mi puto pasaporte rojo que dice clarito "Reisepass" -que no sé por qué me suena a raza-. Pero la dialéctica no fue efectiva. Por más que mi vecino me entendiera, por más que me dijera que este loco era el más mala onda que había visto y que los belgas generalmente no eran un amor, el de gorra volvió a darme las mismas opciones: o paga o se baja.

Liège. Qué es Liège. Bajate y espera otro tren a Frankfurt, me decía el alemán, pero no. Acá estoy, varada en esta congelada estación mientras espero que otro vagón me devuelva a Bruselas.

La primera vez que iba a Budapest me robaron la maleta, la segunda vez que trato de hacerlo me bajan del tren. Parece que definitivamente Hungría no es para mi, por ahora por lo menos.

jueves, 7 de octubre de 2010

Mi vida y los trenes

El otoño pareciera que llego en majestad a Paris. No sé por qué pero en “Nord” se pasean militares armados por los andenes, afuera las calles están mojadas y las personas ya usan abrigos. Todo muy extraño.

El frío de los trenes es lo único que me puede hacer dudar de seguir viajando.

Si alguien les dice que el Thalys , a casi veinte y siete euros la reserva con InterRail, es la única opción para dirigirse a Bruselas les esta mintiendo. Sí, se demora apenas una hora y veinte minutos pero si uno tiene tiempo y paciencia puede llegar a pagar sólo tres euros diez.

Cómo:

  1. Paris – Amiens (9:07-10:29) 0 euros

  2. Amiens – Lille Flandres (10:50-12:31) 0 euros

  3. Lille Flandres – Tournai (13:41-13:58) 0 euros

  4. Torunai – Bruselas (14:22-15:18) 3.10 euros

miércoles, 6 de octubre de 2010

Cumplí las cuatro

Llegué en invierno, vi florecer la primavera, me quemé con el verano y ahora me vuela el viento del otoño. Llegue teniendo todo claro, hoy no sé nada. Soy sólo yo y los trenes, yo y la próxima estación.

El sol se ha vuelto a poner temprano, el cielo ha cambiado sus colores brillantes por otros más oscuros. El otoño esta pintado de pasteles. Las hojas vuelven a crujir bajo mis pies mientras mi piel lentamente se va destiñendo, buscando la palidez. El aire que tira en los vagones ya no es frío sino caliente... es España.

En Francia la estación y los trenes avecinan lo frío que será el invierno. Pero eso no congela la adrenalina que volvió a aflorar, no disminuyen las ganas de ir de un lado a otro y otro y otro más.

Pero por más que baje la temperatura, aún así sigo encontrando gente en el camino. Una argentina, un colombiano y quién sabe quién más aparecerá.

sábado, 2 de octubre de 2010

A Dios a Baleares

Extraño la isla...

En Barcelona no veo el mar cerca, las distancias son muy largas, la gente me empuja en el metro y nadie responde muy bien. Extraño el ritmo lento, la tierra de color, el bus que pasa cada media hora y si no estoy lo pierdo. Extraño la sensación de la isla, esa como de película, esa donde uno no sabe si el resto existe, si uno existe. Allá flotaba, acá los pies me pesan al caminar.

Pero es lo que hay, ya era hora de seguir con el viento, de que el otoño me enrollara con las hojas y me moviera a otro lugar. De acá no paro pero a Baleares vuelvo. Escuchaste isla?! Me volverás a ver...


Siempre útil:
  • Restaurantes ricos y baratos: "Bar San Juan" y "Los Pasajeros" en Ibiza; "Bar tres esquinas" en Es Canar.
  • Restaurantes ricos: "El Bigotes" en la Cala Mastella y/o el "Can Costa" en Ibiza.
  • Es imperdonable no probar el Flaó Ibicenco. Tarta típica de la isla.
  • En Ibiza casi todos estan más locos que uno. Si alguien desea sentirse normal, común y corriente irse par allá es una buena opción.
  • La fruta y la verdura es más económica en el mercado de Ibiza -más que comprar en los otros pueblos o por la carretera-.
  • Los barcos más baratos a Formentera salen desde Figueretas todos los días por la mañana en dos horarios, uno creo que era a las nueve y el otro a las once -claramente yo lo perdí-. El precio es dieciocho euros ida y vuelta por un adulto. Si uno se llega a perder uno de ellos y quiere cruzar de todas formas, dirigirse al Puerto y estar dispuesto a pagar más.
  • Dicen que en Formentera lo mejor es arrendar al llegar una bici o una moto, que es posible dormir en cuevas y que el clima es menos temperado que en Ibiza -tendré que ir para corroborarlo-.
  • Es casi completamente necesario tener un auto.
  • La Bocatería "Bueniissiimo" que esta ubicada en el centro de Ibiza por la calle Vara de Rey es absoluta y completamente increíble. Si uno pregunta por lo que recién esta hecho es mil veces mejor.