martes, 19 de octubre de 2010

Cruise Roma

La primavera vez que tuve que cruzar el mar en Europa fue para atravesar el Canal de la Mancha e ir y venir de Inglaterra. Aún así, esta vez se siente como la primera, es distinto. Eso era un ferry-ferry, esto es un ferry-barco.


Anoche salí a las ocho de la noche de la casa de la Isa y ella me dejo en la puerta del metro: Vallcarca. Baje las maletas por las escaleras, ayudándome con mi rodillas, hasta que llegue al vagón. X estaciones después estaba la que yo necesitaba, Drassanes. Empuje mi cuerpo con la mochila a la espalda, la otra al pecho y los más de treinta kilos en mi mano. Me dirigí gustosa al ascensor, pero claro, justo esta vez no estaba funcionando.

Subí lentamente peldaño por peldaño, camine cuadra por cuadra, espere cada semáforo y en el camino, fui preguntando dónde estaba el puerto. Primer terminal a Baleares –no era el mio-, segundo terminal al resto. Ahí estaba Grimaldi Lines. Paso a las ventanillas para hacer mi check-in y era de esperarse, me había equivocado al comprar el pasaje. Hoy es dieciocho, me decían, usted tiene su pasaje para el veinte. Y no hay posibilidad de cambiarlo, le preguntaba, le prometo que lo compré hoy y no sé, quizás me equivoqué. Le sale lo mismo que comprarse otro...

Tuve que caminar un eterno pasillo ya que mi barco era el último. Me senté en las escaleras al final de él y espere, espere como si estar sentada me sirviera de algo. Pero no, volví a bajar todo una vez más escalón por escalón y cuando ya me acercaba al barco, llego un señor de chaqueta verde a ayudarme. La vi sentada allá arriba pero no sabía que venía para acá. No se preocupe con sus cosas, yo la ayudo con su maleta. Uy, que pesa... dígamelo a mí.

Samuel -proveniente de Honduras- me dejo ubicada en el espacio de los sin asientos, algo así como tercera clase. Me puso las maletas con las otras y me dijo que me sentara donde yo quisiera. Busqué un lugar en la mitad de la gran cabina –ya que mi cabeza esta acostumbrada a andar en buses y en ellos, ese el lugar perfecto por si choca allá menos daño- y me acomode. Después salí, me fume un cigarro y volví a dormir.

La noche no fue de las mejores. En el lugar eran casi puros hombres –salvo una chica sentada adelante mió y yo-, olía a pata, roncaba, se tiraban peos y algunos, hasta hablaban de noche. Yo por más que me acomodaba me dolía todo, debe ser que ya son muchos días sin una cama permanente, pero dio igual. A las diez de la mañana me despertaron los alto parlantes y decidí salir a caminar.

Me siento como en el Titanic. Me sonrió sola al pensar que estoy en un barco cruzando de España a Italia. Ando como huasa Carmela por los pasillos sacando fotos escondida de la gente –obvio que me da vergüenza-, saliendo cada vez que puedo al exterior a ver el mar, tomar sol y sentir la brisa salada.

Donde duermo es como si fuera un cine. Esta lleno de asientos, de butacas y hay una pequeña televisión al frente que transmite imágenes en italiano. Nos encontramos en el piso siete al nivel de recepción. Todo es más bien plano pero en un momento aparecen los avisos, las escaleras, los espejos y las luces. Uno va subiendo al mundo, voy viendo gente, escucho ruido, siento olores a distintas comidas. Nosotros dormimos como en un submundo.

Encuentro una sala con sillones rojos y decido ver películas ahí mientras escucho historias entrecortadas en mis oídos, las cuales se entremezclan con los diálogos que trato de leer. //Es camionero, va y viene, va y viene según lo que él dice. Hace algunos años un camión le mato a su hijo, que paradoja. La vida sobre cuatro ruedas, la vida cargando y descargando. Mi hijo bajo tierra y el hombre anda por ahí libre. Paso por la mañana y se dio a la fuga. Nadie vio nada, no hubo ningún testigo y recién lo pillaron a las seis de la tarde. No tenía seguro, iba con sobrepeso y ahí sigue, libre. “En España la justicia no es la justicia, es la injusticia. Todos están con los delincuentes”, le decían//

Empiezo a ir y a volver, conozco a Paco y a Sergio –parecía que todo el barco estaba lleno de camioneros-. Me cuentan sus vidas, les cuento la mía. Hablamos de la comida, de los barcos, de los trabajos, de la jubilación, todo mientras vamos quemando un cigarro tras el otro. Vamos a la azotea del barco a tomarnos un café y sigue todo igual, todo igual hasta que se acerca la hora en que los sacaran de sus piezas. Tienen que ir a ordenar.

Veinte y dos horas de viaje. Civitavecchia. Bus hasta la estación de trenes. Correr a un andén arrastrando la maleta, moverse a otro mientras se rompen las ruedas y todo lo demás. Y cuando ya pensaba que iba a perder el segundo tren por no podes mover tantos kilos él me ayudo, de Senegal era. Me senté que una australiana que había conocido, el se movió cerca y nos fuimos todos hablando. Primera vez que era yo quien tenía que traducir de lado a lado.

Termini. Arrastrar las maletas más de diez minutos hasta un taxi. Per il Quirinale per favore... Casa.

....


Creo que cruzar en barco de España a Italia es una de las mejores opciones que hay. El viaje dura 22 horas, el ticket cuesta 30 euros sin acomodación pero ya se sabe que en el piso de la recepción hay espacio para esa "tercera clase". Además, si uno va al final de las butacas puede encontrar algunas que no tienen el apoya brazos entre medio, por lo tanto, es posible estirarse y dormir seudo como la gente ahí. En verano habilitan una pichina arriba donde se encuentra el bar, en la noche hay música en vivo en el restaurant y si a uno no le gusta nada de eso, puede optar por el casino.


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