lunes, 31 de mayo de 2010

Via Appia Antica

Hoy el día comenzó como muchos otros que he tenido. Me desperté temprano, desayune cereal y salí lista y preparada para mi maratón diaria. Tenía una ruta echa pero, como siempre, en el camino la cambie. Subí, baje, doble, me seudo perdí hasta que vi todo por lo cual me había desviado. Seguidamente me dirigí al que iba a ser mi primer destino, me iba a sentar a ver el mapa del lugar por ahí y en eso, se vuelve a romper la chala que ya había arreglado y cocido ayer –es el cuarto par de zapatos que se me echan a perder en este viaje- mierda.

Trate de caminar con ella, di una vueltas por acá y por allá pero me di cuenta que iba a ser imposible seguir así, tenía que retornar a casa. Tome una vez más la larga cuadra que me había llevado a ese lugar y camine como pude: con chalas, sin chalas, con chala coja. Finalmente, y luego de más de 20 minutos, llegue a la casa con una suela en mi mano y la otra en el pie, todo esto acompañado de dos plantas negras.

Entre al departamento, tomé mis otras zapatillas ya algo rotas para no seguir destruyendo más cosas, lave mis pies y salí. Salí a algo que no me imaginaba y que rompió la normalidad del día para mi.

Cuando dicen que “Todos los caminos llegan a Roma” se refieren a ella: la eterna, larga, angosta y ´adoquinosa Via Appia Antica –según lo que me contó la Sol-. Ciertamente ahora no entiendo muy bien cómo mi tía fue capaz de mandarme para allá si ella nunca antes había hecho ese recorrido... por lo mismo, no tuve ninguna advertencia de en qué me estaba metiendo.

Me demoré mínimo dos horas en casi atravesarla. La sal corría por mi cabeza a causa del calor infernal y de los autos que casi me atropellaban de vez en cuando por la falta de berma para caminar. Y ahí estaba yo, la única torpe turista caminando pegada a la muralla por esa especie de carretera eterna ya que su tía le había dicho que fuera. Ilusa de yo.

Luego de pasar no sé cuántos minutos bajo el sol -no sólo en esa vía- y de ver cosas maravillosas, imaginando cómo los romanos luchaban en esos castillos y defendían esos fuertes, decidí comenzar el retorno.

Ya no veía turistas a mi al rededor, estaba en una calle más angosta que las otras y sólo contemplaba casas y autos pasar. Mire a la derecha, a la izquierda y me reí mientras pensaba en cómo cresta me iba a devolver nuevamente por esas callesitas con el calor que hacía y con lo mucho que ya había caminado. Cinco segundos después, posteriores a visualizarme viviendo una horrible pesadilla, decidí hacer lo más sensato para mi.

Espere a que no pasaran autos, corrí rápidamente al frente, busqué un punto estratégico y mire a todos lados. Volví a meditar mi idea una vez más y la ejecute: mochila al frente, brazo estirado y dedo arriba.

Después de unos cinco minutos donde recibí chiflidos, bocinazos, viendo pasar autos que no paraban y el sol derritiéndome, se detuvo él. Un Alfa Romeo rojo descapotable. Su conductor en un traje azul turquesa de Dolce & Gabbana se sacó sus gafas Giorgio Armani, me abrió la puerta y me invitó a subir.


- ¿Dónde vas? Me dijo en italiano.

- Al centro, respondí en castellano sin pensar.

- Justo voy para allá, me dijo en el mismo idioma en el cual le hable, te dejo donde quieras


Yo, perpleja por la situación, sonreí coquetamente, me acomode en el asiento y me puse cinturón de seguridad. Marcello –ese era su nombre- era perfecto: hablaba en inglés, español e italiano; tenía puesta una música increíble; y su voz, era como droga para mis oídos, me sentía flotando en la inmensidad del mar. Admiraba atónita sus ojos profundos, su barba cuidadosamente cortada, su pelo desordenado al viento.

Estaba tan embobaba mirándolo y escuchándolo que no me di cuenta que nos dirigíamos al otro lado que no era el centro, que estábamos en la mitad de la nada y que él cada vez aceleraba más y sonreía menos. Mi corazón comenzó a acelerarse, la película “Taken” y el tráfico de mujeres en Europa corrió a mi cabeza. ¿Qué pasaba si Marcello era uno más de esos, si era de la mafia italiana, de esa que nadie puede tocar? En mi desesperación al ver que la puerta estaba con seguro y no lo podía sacar, me desabroche el cinturón y salte por el techo que no estaba.

Volé por los aires, choqué contra el piso y mi cabeza se azotó con el pavimento... y en eso desperté. Había tanto sol que yo ya me había insolado y cada vez alucinaba más. Justo, cuando abrí los ojos y me di cuenta de la realidad, había parado un auto azul frente a mi.


-You speack english? Le pregunté.

- Little.

- I`m really, really lost and i need go to the center... you can help me? Please!

- Colombo, I`m go to Colombo... algo así entendí de lo que me dijo.

- I can?... asentó con la cabeza y me subí -pienso que después de años de experiencia haciendo dedo, ya me sé perfectamente la cara de perro desolado con ojos tapatíos-.

Creo que él ha sido el primer italiano verdaderamente simpático que he conocido. Pesé a que no hablaba inglés y que no había forma de que nos comunicáramos decentemente, me llevo en su auto sin música, con el viento que entraba por las ventanas y me dejó cerca de un paradero donde pasaban buses al centro.


- Bye!!! Thank you very much. Le dije al bajar del auto.

- Good afternoon... escuche mientras me alejaba de ahí.


Llegue al paradero, mire el mapa y decidí seguir caminando. Ya estaba en la civilización: habían bermas, personas caminando por ellas, motos pasándose los pasos de cebra y hasta un supermercado. Ya no tendría que pegarme a una muralla, ya no tendría que respirar profundo cada vez que pasara un auto rápido mientras yo sintiera que esa vez si que me iban atropellar. Ya no tendría que hacer nada de eso gracias a ese señor del cual ni siquiera supe su nombre.

Lección: los caminos que llegan a Roma pueden ser muy largos y muy estrechos para estos tiempo.

sábado, 29 de mayo de 2010

Preguntando llegué a Roma

Le pregunté a mi tía si iba a estar en su casa y si podía ir a verla. Le pregunté a Eurolines si tenían pasajes y a cuánto. Le pregunté a mi tía cómo llegar a su casa y me respondió que ella me iba a ir a buscar a la estación. Simplemente, casi, preguntando llegué acá.

Hoy casi ya no pregunto, sólo camino por pequeñas calles de adoquines bañados en aromas florales que a veces siento reconocer y otras, sólo dejo que me invadan la nariz y me revuelvan la cabeza, como si fueran los olores más sagrados que pudieran existir.

Hoy con mi tía fuimos al Foro y al Coliseo Romano... fue como estar en una película y ni siquiera ser parte de ella. Fue como estar alucinando con mil personas más al rededor. Fue como un sueño que no sabía que tenía pero que se hizo realidad cuando menos lo esperaba.

Roma es la primera ciudad distinta en Europa. La primera que veo y no me parece comparable con ninguna otra, con nada más. Roma ha sido como tanto que aún no sé qué escribir de ella. Mi cabeza gira, da vueltas, piensa cosas que se me van antes de pestañar... Roma me tiene embriagada.

Siempre dijiste que me gustaría ¿Lo mismo te paso a ti?

viernes, 28 de mayo de 2010

Sensaciones de buses

No sé por qué pero siempre que voy en un bus de un país a otro y hay taco en la carretera, pienso que estamos en Francia. Muchas veces pasa que verdaderamente estamos pasando por ahí, pero asumo que muchas otras simplemente me lo imagino.

Siempre que hay taco recuerdo el cuento de Cortázar donde los autos eran como sus dueños, donde estos se relacionaban entre ellos, formaban historias, creaban cuentos. Me imagino a personas hablando más adelante, a nosotros bajándonos y esperando sentados en la berma viendo si en algún momento la cosa se mueve. Pero justo cuando pienso que esto no va a progresar ni una gota más, el horizonte comienza a despejarse y todo avanza.

Luego, cuando todo sigue en movimiento, siento que el bus va camino a Viña o a Santiago y si miro por las ventanas y veo un avión, divarió en que voy sobre él camino a Chile o que recién vengo viajando a Europa. Nunca, o rara vez, siento que estoy acá-acá.

Pero viajar en bus tiene su beneficio. Pese a los tacos, a las horas sentadas, a los compañeros de asiento que lo ocupan todo, uno puede ver lugares y paisajes que de otra forma sería imposible. Paso, a veces, por los mismos sitios una y otra vez y aunque no tenga la menor idea de dónde estoy, los recuerdo.

Miro otras cosas de las cuales antes no me había percatado y aprendo de nuevo, o trato por lo menos.











...

Primera vez que viajo sin patas gruesas bajos los pantalones y el frío es insoportable. Primera vez que viajo sin mis botas de agua y esta vez no para de llover. Primera vez que un viaje es tan, pero tan probl

emático como este... estoy varada en Milán desde las 10:30 esperando a que mi bus, que debería haber estado acá cuando yo llegué, parta quizás a las 14:00 recién rumbo a Roma y para peor, ninguno de estos italianos habla inglés. Cero respuesta.

La historia termino como siempre, como casi lo que ha sido toda Europa para mi -sin con esto querer sonar a víctima-. Se suponía que iba a llegar a las 4:45 a la estación pero arribe a las 23:00. Tuve que hacer cambio de buses tres veces, aguantar que un chofer mal educado me insultará y gritará en francés –claramente hice lo mismo de vuelta en castellano- y conformarme con que, finalmente, no conseguí el nombre del “encargado” para dejar un reclamo por su mala labor, pues éste se negó a darmelo.

Obviamente Europa me volvió a ver llorar, esta vez en un bus que cruzaba Italia para dirigirse a la segunda parada, Siena. Estoy cansada que este continente de mierda me haga llorar y de mi por no ser capaz de aguantarme.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Douane (F) AA 210 WV

Ya no me sorprenden los pasos por las aduanas itinerantes que pillan al bus en cualquier lado y comienzan la revisión. Que los pasaportes, las cédulas, el perro adicto que mueve la cola mientras busca droga o quién sabe qué más.

Veo a mis compañeros pasajeros parados, pegados a la ventana sapeando cómo revisan a uno que otro de nosotros. abren y desordenan las maletas, los toquetean enteros, hacen que se saquen los zapatos y por más que se les nota en la cara la molestia y la incomodidad por la situación, no pueden hacer nada.

La música en mis oídos hace que el circo parezca una película que sólo yo puedo ver pues los otros no son capaces de notarla. Es como si yo escribiera un guión, todos ellos fueran mis personajes y la historia ocurriera, más real que nunca, pero en mi cabeza. Algo inusual hace que yo crea que es verdad.

No entiendo por qué al que bajan y revisan nunca es rubio, alto y de ojos azules. La próxima vez él será mi protagonista.

...

Esta vez la realidad supero toda ficción. La tercera persona que bajo a revisión, un loco que hablaba italiano y que me había parecido bastante molesto –discutió con el auxiliar, fumo en el baño y me dijo estupideces- nunca más volvió a subir.

Mientras esto transcurría sucedió algo que no sé por qué me pareció extraño. Su amigo arriba seguía tranquilamente, casi ni se acercaba a la ventana. En un minuto que todos estaban pendientes de lo que pasaba abajo, él se paro y fue al baño velozmente... yo no podría ir al baño si a una amiga la revisan abajo, ni por más nerviosa que estuviera.

En un momento la mujer que estaba llamando para verificar su identidad, pues no traía ni pasaporte ni cedula de identidad por lo que pude escuchar, se acerco de manera cautelosa y cuando estuvo a su lado todo fue muy rápido. Esposado.

Acto seguido, subieron dos hombres que le dijeron algo al amigo del detenido y lo esposaron también. Los subieron a ambos al auto de la Aduana y luego de más de una hora de estar parados partimos como si nada. Sus puestos a mi izquierda quedaron vacíos sólo unos segundos. Una pareja se sentó ahí.

Quizás esto no suena a buena samaritana, pero desde que él se subió al bus siempre supe que no iba a llegar a su destino final.

lunes, 24 de mayo de 2010

Caninos del Primer Mundo

Acá uno no ve perros vagabundos en las calles, salvo en Viena -hasta ahora- país que asumo que es la anomalía del continente. Acá los perros saben cruzar la calle, esperan el verde en el semáforo, se quedan al lado de sus dueños aunque no tengan una correa puesta al cuello y uno rara vez los ve gruñir.

Los perros del primer mundo son muy distintos a los nuestros. Se pueden subir a toda la locomoción colectiva -incluyendo los trenes- , van a los cafés, se echan en los restaurantes mientras los dueños comen y uno puede ver imágenes de ellos con un letrerito en la boca que avisa de cuánto será la multa si sus dueños no limpian sus residuos.

Para estos perros existen opciones a las cuales los nuestros nunca podrían optar: uno puede contratarles un seguro de vida; si les da cáncer, existe la posibilidad de realizarles quimioterapia; y todos y cada uno de ellos están adiestrados.

Los caninos en Chile no son así. La Jasha, por ejemplo, por más que trate de enseñarle modales nunca pude. Lo único que aprendió es que tenía que ir al baño afuera y avisar “tocando la puerta” cada vez que lo quisiera hacer. Pero cuando llega una visita es imposible, se tira en sus faldas y abusa de ellos. Cuando las personas comen puede estar parada o sentada horas al lado de ellos esperando comida. Odia a los niños chicos y generalmente les ladra y para rematar todo, tiene un trauma con los limpiaparabrisas del auto. Si, así es, ella no pude viajar las veces que llueva porque es cosa que uno haga funcionar las plumillas y la negrita se lanza decidida a atacarlas y morderlas. Claramente siempre choca contra el vidrio pero es capaz de no parar en todo el viaje.

Confieso también que rara vez va al veterinario, quizás nunca lo ha hecho. Espero todos los años a que la comuna ofrezca las vacunas gratis para desparasitarlos y contra la rabia, recién ahí la llevo.

Me parece que a los perros en Chile no se cuidan como se cuidan en Europa. Acá a veces son más que el mejor amigo, son la única compañía. Me da la impresión que muchos prefieren un perro a un hijo o una pareja.

De todos modos, aunque en nuestro país los educáramos y los adiestráramos como lo hacen aquí, creo que nunca tendríamos el mismo resultado.


sábado, 22 de mayo de 2010

Sin timbre en el pasaporte

En Suiza paso todo lo que imaginaba menos por lo que específicamente íbamos: un timbre en el pasaporte.

La llegada a la frontera fue tramitada. Tuvimos que esperar un poco más de una hora y media para atravesarla. Entre tanto, teníamos que cruzar una serie de obstáculos como si para ir a ese país mereciéramos ganar una competencia deportiva o algo.

Lo primero fue la típica exigencia de los pasaportes... esperar. De repente se sube una mujer con un carnet y le pregunta a un hombre que de dónde venía.

- Sri Lanka

- ¿Y su Visa?

La explicación no la pude escuchar, pero por lo menos seguido de eso pude respirar tranquila y supe que nosotros ya no tendríamos ningún problema.

El tiempo siguió pasando y mis ganas de ir al baño se volvieron incontenibles. Y como los buses europeos tienen el baño sólo para emergencias como me dijo la niña que vendía los tickets (vaya a saber uno qué es para ellos una emergencia) tuve que bajarme y pedir uno. Tras una confusión de idiomas y de negármelo más de una vez, accedieron a prestármelo sólo a mí. Fui escoltada por un hombre y una mujer. Esta última reviso el baño antes y después de mi visita, para luego de ver que yo no había tirado una roca de hachís al WC, disculparse y volver a escoltarme al bus.

Posteriormente el show casi de circo siguió. Me sentía mexicana queriendo cruzar a Estados Unidos mientras un perro corría por sobre nuestras mochilas en fila y nosotros esperábamos expectantes al otro lado. Como no encontraron nada haciendo eso, decidieron ir a buscar una especie de van que tenía integrada estas maquinas-visores del aeropuerto y revisaron bolso por bolso en el escáner.

La información y las indicaciones se entrecruzaban todo el rato. Perdonen, nos dijo la mujer nuevamente por contradecirse un par de veces, nunca habíamos tenido que hacer esto antes.

En un momento todo se detuvo. Empezaron a revisar la mochila de una niña rubia seguidamente de pasar por el escáner y encontrar “algo sospechoso”... libros fue lo único que pudieron sacar.

Subió última al bus, prendieron el motor y empezaron a hacer correr los pasaportes. Revisamos el azul compulsivamente peor no tuvo timbre. Ni a la ida ni a la vuelta.

Persecución del timbre ahora: tendrá que ir a buscarlo a Turquía.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Zürich

Puede sonar pedante quizás, pero Europa ya me parece siempre lo mismo. Uno va de una ciudad a otra y pareciera que nada hubiera cambiado, salvo pequeñas sutilezas que uno tiene que esforzarse de vez en cuando para notar.

Las cosas que resaltan en Zürich no son muchas pero si bastante visibles:

  • El Yaris en Chile es como un Audi en Suiza, todos los tienen. Generalmente las calles están plagadas de autos negros como si todos tuvieran que andar de incógnitos o estuvieran preparados para ir en cualquier momento a un funeral. Quizás es para no lavarlos, dijiste, pero dudo que ellos tengan problemas de plata para pagar una lavadita de vez en cuando.
  • El Limmat y el Sihl, sus ríos, y el Zürichsee, su lago, son imponentes. Inmensamente grandes y lindos. Llenos de patos, cisnes y otros tipos de aves por todos lados. Cuánto abríamos dado por un sólo día de sol y calor para poder bañarnos.
  • Sus estaciones de trenes y metros están marcadas como atractivo turístico. Llegamos por lo menos a dos de ellas pensando que eran majestuosos palacios y sí, eran bonitas y antiguas, pero no sé si para ir a ver otra aparte de la principal a la cual llegamos.
  • El Jardín Botánico es increíble. Al principio los vimos un poco a huevo: si es bonito pero ni tanto, tampoco es tan grande, pensamos. Hasta que encontramos sus invernaderos. Tres estructuras gigantes y cada una de ellas distinta a la otra. Fue como estar en la selva amazónica, luego pasar al desierto y por último, llegar a Chile.
  • Y lo más peculiar de todo para mi. Todas y cada una de sus iglesias tienen relojes análogos como de oro en sus puntas. Pero todas. Y dudo que sea una casualidad, tiene que tener un por qué y lo averiguaré. (Y lo averigüe para los que les interesa: http://www.findelmundo.com.ar/belengache/zurich.htm)

Pero lo mejor de Zürich fue que las horas pasaron volando como si el tiempo no existiera. Primera vez que estando acá no cuento día tras día, no espero a que termine la semana, no cuento los minutos para que llegue el otro mes y todo se apure un poquito. Esta vez todo, dentro de todo, fue perfecto.

lunes, 17 de mayo de 2010

La ciudad de los domingos

¿Será por el clima? ¿Será por la hora? ¿Será porque es así? No sé. Analizó mientras nos preguntábamos porque esta ciudad siempre parecía domingo.

Las calles estaban vacías. Muchos locales, tiendas y museos cerrados. Lo único que no dormía era su río y su inmenso lago. Debe ser porque los patos hacen tanto ruido que nos los dejan descansar.

¿Cómo una ciudad que parece domingo puede ser la capital de un país de bancos tan ricos? Se supone que las cosas con plata se mueven rápido, pero este claramente no es el caso, es la más grande excepción.

La ciudad guarda silencio como esperando que personas fantasmas le den vida. Más allá de sus calles en subida, más allá de esas esculturas personificadas que sostienen balcones, más allá de sus interminables estaciones antiguas. Más allá...

No creo que a ninguna ciudad le guste ser un eterno domingo.

viernes, 14 de mayo de 2010

Patriota

Antes siempre te alegaba y reía de ti y contigo cuando comparabas casi todos los países de tus viajes con Valparaíso. Hoy lo hago yo.

Casi todo me recuerda o lo asocio con Valpo: las calles empinadas, la lluvia chueca, inclusive cualquier casa de color. El olor y la sensación a humedad, a café, hasta el olor a pipí a veces (Reduciendo esto a las calles más oscuras del Puerto, para no decir todas).

Me pasa que cuando viajo afuera amo más a Chile. Valoro más su música, su comida, las cosas buenas de su gente. Extraño la cordillera que me vio nacer, el mar donde vivo hace algunos años...

Me pasa que cuando viajo siento que pese a todo lo malo de mi país y a todas las maravillas que me obnubilan y envuelven afuera, Chile siempre será de lo mejor.

jueves, 13 de mayo de 2010

Auf Wiedersehen Wien!

Ya me voy y Viena llora. Llora como el otro día, o más, pero hoy lo hace por mí. Porque aunque quizás no quiera admitirlo, yo sé que me va a extrañar. Sé que extrañara que aplane sus calles día a día, que ilumine sus esquinas antiguas con mi flash, mientras el mapa que esta en mi mano hace que me pierda y ella, me vuelve a encontrar una y otra vez. Viena me echara más de menos a mi que yo a ella.

Me despido de ti dando vueltas en el metro. Mirando por última vez tus calles, tu Danubio con las gotas rebotando sobre él. Más oscuro y solo que cuando lo conocí. Hoy todo se ve más oscuro y solo, hasta el cielo, hasta tu gente.

Me voy sintiendo que hice todo lo que quería hacer, que vi todo lo que deseaba ver. Me voy con la satisfacción de haber tachado todo el mapa y pensando que por un buen tiempo, no habrá ni siquiera un motivo pendiente para volver.

Mientras siguen corriendo mil gotas por las ventanas de estos vagones antiguos, me voy feliz de irme y de haber venido. Pues pese a la relación de amor y odio que tuvimos cuando llegue, Viena me mostró algo que ningún otro país antes hizo.

Me voy sintiendo que por fin empieza la primavera, mi primavera...

miércoles, 12 de mayo de 2010

Lecciones aprendidas en Austria

  1. Si uno no va a viajar con música para poder escuchar el "sónido de la ciudad" y como hablan las personas, necesariamente llevar un libro.
  2. Andar con mochila a la espalda en vey de morral.
  3. Que el bolso de manos sea maleta con rueditas, no un verdadero bolso de mano.
  4. No ver TODO lo que dice el mapa los primeros días... después uno no sabrá qué hacer. (De todos modos por suerte siempre aparecé algo)
  5. Viajar siempre con la plata en una banano pegado a la guata, nunca pensar que las cosas en un bolso, por más agarrado que este, estan seguras.
  6. Hacerse sandwichs con el desayuno buffet del Hostal para todo el día.
  7. Aunque mi mamá, mi tía y mi abuela lo más probable es que sientan vergüenza de mi por esto: donde se pueda comprar el ticket del metro una vez y nunca marcarlo hacerlo. Cualquier cosa que pase, si a uno lo paran o algo, ser buen chileno y hablar en castellano y si no, inventar una mentirilla blanca. (Sólo lo he pensado por siaca... no lo he tenido que poner en acción)
  8. Tener siempre un paraguas pequeño en el bolso.

martes, 11 de mayo de 2010

Viena

Uno puede cruzarlo entero caminando, el nuevo y el viejo. Uno puede bajar y sentarse en el pasto a verlo o en unas escaleras que hay por ahí. Uno puede sacarse las zapatillas, arremangarse los pantalones y dejar que el agua te moje cada vez que la dulzura choca contra los peldaños llenos de musgo.

Uno puede ver turistas por los lados, citadinos con sus bicicletas estacionadas mientras ellos leen un libro. Se puede ver barcos anclados, una iglesia al lado de un puente, un puente al lado del metro, un metro sobre el mar y abajo de un cielo casi gris que pareciera anunciar que quizás llueva, igual que ayer.

Mientras se esta ahí uno puede sentir el ruido del viento, de los autos. La vibración del metro por todos lados. Esta todo presente, a cada minuto, pero sin estar. Pues lo único que importa en ese momento es el sónido del agua que va y viene, que moja mis pies y a veces algo más.

El ´Donau` es casi tan frío como el mar de Chile. Hasta quizás, un poco más.


domingo, 9 de mayo de 2010

C'est La Vie

Nadie dijo que sería fácil.

Viajar sola es como ser mamá. Se cometen mil errores, uno va aprendiendo en la práctica y por más que te digan cómo es, nadie te lo puede enseñar hasta que lo vives.

Pero mi mamá me tuvo con buena estrella y esa, por suerte, pareciera ser que aún no me abandona.

sábado, 8 de mayo de 2010

Travesía

De alguna forma había que encontrarle el sentido a todo esto, a todo este viaje. Así que finalmente he decido viajar por Europa, conocer un poco más de este continente tan viejo, de estas personas a veces tan nuevas pero parecidas a tantas otras.

Si con los buses se acumularan puntos seguro que al final de esto podría canjear los kilometros por un viaje al Caribe con todo incluido. Pero lamentablemente no se acumula nada.

Hoy parto a viajar.

....

Dicen que las cosas malas vienen de a tres pero a mi últimamente me ha llovido sobre mojado... hoy tomé el taxi más caro (40 euros) pero mejor pagado de la historia. Si no llegaba rápido a la estación perdía el pasaje sin opción a reembolso.

Llevaba más de media hora espersando el Tram 12 que me llevaría rumbo a Amstelstation. Pero nunca llego. Decidí entonces tomar otro que pasaba cerca del lugar al cual me dirigía, el tiempo se me cababa y perdería el bus. El Tram 3a tampoco iba hacia allá. Hoy si quiere ir allá tiene que tomar el tren, me dijo el hombre que vendía los tickets.

Me baje ya desesperada y tomé un taxi. Por favor, lo más rápido posible a Amstelstation. Esta todo cerrado, me respondió... algo dijo sobre Italia pero no logré entender de qué me estaba hablando.

Al verme la cara finalmente me pidió el número de Eurolines para avisar lo que estaba pasando. No sé si esperen, le dijeron. Comencé a llorar y me preguntó si fumaba. Me dio un cigarro, me paso un cenicero y me alcanzó fuego mientras tomaba la autopista a 170 kilometros por hora. Yo mientras seguí sollozando y le contaba mi vida.

Finalmente lo logramos. Bajó conmigo e hicimos el chek-in. Recuerda que sólo tienes 21, me dijo. Disfruta mucho tu viaje.

Y acá estoy en el bus, escribiendo mientras siento vibrar el motor encendido por todas partes y espero a partir.

Viena, acá voy!

...

Como era de esperarse cuando a mi me llueve es con tormenta eléctrica incluída así que esto aún era muy poco. Apenas llegue a Viena y fuí al metro para venirme al Hostal, me di cuenta que me habían robado lo último de plata que me quedaba... posiblemente mientras dormí por la noche.

Se suponía que venían de a tres... yo ya perdí la cuenta.

viernes, 7 de mayo de 2010

Forasteras

Salí a las 23:15 de un lado estando segura de que sabía como llegar al otro y sí, efectivamente me sabía el camino pero de día, de noche todo fue muy distinto.

Hacía un frío terrible cuando baje. Le saqué la cadena y el seguro a la bicicleta y me subí arriba de ella sabiendo que el trayecto no duraría más de quince minutos. Pero lentamente el tiempo fue pasando y yo nunca llegaba.

Al final estuve más de dos horas perdida por las calles de esta ciudad. Iba y venía todo el rato, me repetía calles, locales, esquinas. Veía una y otra vez los mismos paraderos, los mismos templos, los mismos bares. Sabía que era por ahí pero ya no tenía idea dónde y con el pasar del rato, mi angustia fue aumentando y menos podía recordar. Me sentía completamente sola mientras daba una vuelta más a los pedales soñando que así, en ese instante, volvería a mi país.

Por más que en un momento trate de seguir a un tram, que sabía que pasaba cerca de lugar a donde iba, me pase. Comencé a ir a las cabinas telefónicas pero con todas pasaba “algo”: no me contestaban el teléfono, me dirigía al buzón de voz y me tragaba la moneda, simplemente me tragaba la moneda, sólo aceptaba llamar con tarjeta.

Cuando ya no sabía muy bien qué hacer y mis lágrimas a lo María Magdalena me habían hinchado los ojos, apareció lo mejor de la noche. Escuche una voz... luego la volví a oír y me di cuenta que se dirigía a mi. Era una chica igual o más pérdida que yo que interrumpió mi llanto para preguntarme dónde estábamos y si le podía ayudar.

Pare mi bici, ella la suya y le dije que era probable que yo estuviera mucho más perdida. Ambas comenzamos a reír, a ver los nombres de las calles, a buscar en el mapa dónde cresta estaban parados nuestros pies. Pero por más que tratábamos no encontrábamos la respuesta.

La invite a que me acompañara a hacer el último intento, a llamar una vez más... y me dio la suerte. Me contestaron y luego de tratar de explicarme cómo llegar y yo no entender nada, ocupe la última moneda para volver a llamar y me dijeron que iban por mi.

Nos quedamos conversando. Hablando en inglés, en castellano, en todo lo habido y por haber. Ella era de Rumania, llevaba un año en Amsterdam estudiando y recuerdo que me dijo que vivía cerca de Sarfati Park.

Sin conocerme me acompaño y espero conmigo. Primero que todo me ofreció irme a dormir a su casa con ella, luego me invito un cigarro, nos hicimos reír. Dijo que entendía mis lágrimas, que esta ciudad era muy “lonely” para ella también y que sabía qué era sentirse así.

Me empezó a contar que se había perdido porque había salido a tomarse unas copas con un holandés y que ahora estaba muy curada. Me confeso también que ella no quería volver a Rumania y que no sabía muy bien qué iba a hacer de su vida. Me sentía como con una amiga: de lados tan distintos, con cosas tan iguales.

Finalmente llegaron a rescatarnos. A ella le explicaron como llegar a su casa y yo por fin logré llegar a donde iba.

Hoy no recuerdo ni tu nombre, pero si no fuera por ti no sé qué habría hecho anoche. Muchas gracias.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Historia de Migrante

Catalán, veinte y tantos años, cuatro meses en Amsterdam.

Eduardo llego a vivir acá como muchos otros, le arrendó una pieza-ático a una señora por 150 euros y ésta, a su vez, le ofreció un trabajo: tu me ayudas a buscar muebles en las calles -la gente acá bota de todo y lo peor es que en buenas condiciones- y yo te pago por eso 10 euros la hora. Negocio redondo, pensó. En estos momentos no tengo plata, no sé el idioma y esta es mi oportunidad.

Acarreo muebles por calles y calles, trabajo horas y horas, hasta que finalmente un día decidió que no lo quería hacer más, qué tenía la ´pasta` necesaria y que ya estaba bien. La señora, atacada con la noticia de que ya no tendría a su hispano trabajador para ella , comenzó a cambiar lentamente.

El chico se había encontrado una bolsa de marihuana botada en la calle, la cual llevo a su casa y la dejo para consumo personal. Y aunque fumaba, pero no tanto, la mercancía se empezó a evaporar rápidamente. Esto no era posible, algo más pasaba aquí.

El hecho que le siguió a esta extraña situación fue que un día desapareció su pasaporte. Por más que busco por todos lados de la pieza y en sus pertenencias, no hubo forma de que lo encontrara.

La cosa se puso más terrible cuando un día llego a su pieza-ático y ya no tenía manilla para abrirla, la dueña la había sacado. Compró un herramienta para manipular la cerradura y estuvo durmiendo casi que escondido por tres días en el lugar por el cual había pagado.

Al tercer día vió entrar a la señora en la mañana. Ella husmeo un poco las cosas en la pieza y luego se fue. De la que me he librado, pensó. Pero de la nada, volvió a entrar y le azoto con un fierro en la espalda. Él se incorporo rápidamente en la cama y con una cuerda que había cerca le ato las matos y luego la sujeto al barrote de la cabecera de la cama.

Bajo corriendo al espacio donde vivía la señora y empezó a revisar todo en busca de su pasaporte. Nada hasta que... sirenas. La policía había llegado y él ahora, en su precario inglés, tendría que explicar qué había pasado ahí.

Sin saber casi nada del idioma lo único que hacía era mostrar su espalda, morada he hinchada, mientras les trataba de decir que la señora le había pegado, que él simplemente se estaba defendiendo, que no tenía pasaporte porque ella se lo había robado. En definitiva, ambos se fueron presos.

Él pregunto por sus llamada legal e hizo uso de esta. Sólo recordaba un número: no contesto. Luego se metió las manos a los bolsillos y encontró ahí un papel, era de Casa Migrante. Llamo y explico lo que había pasado, dijo que no entendía nada y que estaba preso, que por favor le tradujeran. Los policías hablaron con los encargados de allá y luego éstos le dijeron que estaba ahí porque no sabían quién era, porque no tenía ningún tipo de identificación.

En un momento Eduardo recordó: pero ustedes tienen una copia de mi pasaporte allá! Y después de mandar un fax con la copia él fue dejado en libertad. Les dijo a los policías que había pagado adelantado por tres meses de arriendo –mentira blanca- y estos le pasaron las llaves del departamento para que pudiera vivir ahí por tres semanas. La señora ya no estaba.

Después del tiempo acordado ellos volvieron a pedirle las llaves y él, pensando en que hacia lo mejor, les paso las de la señora y se quedo con las suyas. Pero groso error, había una llave que él no tenía y ya no pudo volver a entrar.

Al otro día un conocido le dijo que se tomaran la casa, que se podía hacer, que fueran juntos y él, ingenuamente, acepto. Rompieron la puerta y se asentaron ahí. Fueron pasando los días y por más veces que Eduardo le preguntaba al otro que cuándo iban a legalizar la okupa, éste siempre le decía que al otro día, un otro día que nunca llego y al cual se le adelanto la policía. Cuando llegaron el chico catalán ya sabía que el otro le había mentido y que era imposible okupar esa casa por medios legales pues no cumplía con los requisitos básicos para esto. Así que una vez más, les explico nuevamente a los mismos carabineros lo que había pasado y estos, le permitieron quedarse solamente a él.

Los días siguieron su curso y en uno de ellos se encontró con este conocido otra vez ¿Sigues viviendo donde mismo? Le preguntó. El silencio de Eduardo otorgo algo que no debía haber sido y una tarde, cuando volvió a casa, sintió ruidos en el interior y al entrar se dio cuenta que el conocido estaba con otra persona metidos ahí adentro.

Luego de discutir y echarlos pensó que esto era lo último, que ya nada más podía pasar, pero sucedió. Uno que otro día volvió a pasar y una noche, al regresar a casa, habían cambiado la cerradura de la puerta de abajo. Rompió la puerta una vez, pusieron otra, la rompió otra vez, pusieron otra, hasta que un día la rompió por última vez. La nueva cerradura que habían puesto era imposible de destruir.

En definitiva, fueron dos meses duros. Lo tenían de trabajador y luego lo golpeaban; estaba preso y luego libre; okupaba la casa y luego se la okupaban a él, rompía una puerta y luego rompía la otra.


Hoy el Edu vive en la casa okupa de un amigo y la señora, esta internada en un psiquiátrico.

martes, 4 de mayo de 2010

Bomba!

En Chile le podemos tener miedo a los terremotos, a un aluvión, a un curado en auto para el 18 o a un lanza de por ahí. Pero acá, la gente le tiene miedo a algo que yo antes nunca había vivido: le tiene miedo a las bombas.


El olor a miedo y las caras de pavor hoy inundaron las calles de Amsterdam cerca del Dam Square. Era el día de la conmemoración de los caídos en la Segunda Guerra Mundial y todas las personas se juntaron al frente del monumento a la Libertad para guardar silencio por dos minutos.


Yo llegue algo atrasada así que viví el silencio sepulcral camino al lugar exacto. En un momento pareció que la ciudad estaba vacía. No sonaban autos, los pájaros no cantaban... sólo se escuchaba una que otra voz pero el silencio, se sentía en el cuerpo, más allá de todo.


De repente, toda la mística fue rota por unas sirenas que pasaban a mi lado. Los policías de un momento a otro enloquecieron y yo no entendía muy bien qué sucedía, hasta que vi pasar a dos uniformados de vuelta en sus caballos, corriendo como si fuera el último Derby de sus vidas. Él llevaba un maletín en la mano, ella parecía que en cualquier momento sufriría un infarto. Dos motos los escoltaban a los lados.


Cuando llegaron casi a Central Station él tiro lejos el maletín y todos corrieron a protegerse... pero nada exploto. Aún así la gente comenzó a moverse, a irse del lugar, a tomar atajos para escapar rápido de ahí. Nadie olvida aún el atentado del año pasado en el Día de la Reina cuando un hombre arrolló a personas en su auto. Acá nadie olvida ni vive sin la idea de que en cualquier momento puede explotar algo, en cualquier lugar.


Después por las noticas explicaron todo lo sucedido. Un holandés, con prontuario según la policía, se había disfrazado de judío ortodoxo y durante los dos minutos de silencio no encontró nada mejor que empezar a hablar a gritos por teléfono. En eso alguien se asusto y grito: Bomba! No se necesito nada más que eso para que el pánico invadiera a todos.


Europa...