martes, 11 de mayo de 2010

Viena

Uno puede cruzarlo entero caminando, el nuevo y el viejo. Uno puede bajar y sentarse en el pasto a verlo o en unas escaleras que hay por ahí. Uno puede sacarse las zapatillas, arremangarse los pantalones y dejar que el agua te moje cada vez que la dulzura choca contra los peldaños llenos de musgo.

Uno puede ver turistas por los lados, citadinos con sus bicicletas estacionadas mientras ellos leen un libro. Se puede ver barcos anclados, una iglesia al lado de un puente, un puente al lado del metro, un metro sobre el mar y abajo de un cielo casi gris que pareciera anunciar que quizás llueva, igual que ayer.

Mientras se esta ahí uno puede sentir el ruido del viento, de los autos. La vibración del metro por todos lados. Esta todo presente, a cada minuto, pero sin estar. Pues lo único que importa en ese momento es el sónido del agua que va y viene, que moja mis pies y a veces algo más.

El ´Donau` es casi tan frío como el mar de Chile. Hasta quizás, un poco más.


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