lunes, 11 de octubre de 2010

De ciudad a ciudad

La cabeza no me dejaba dormir. Desayuné una película, ni siquiera me duche y salí en busca de los veinte y siete euros que me habían costados las reservas de ayer. Nada. Acá en Europa por más que peleo nunca logro nada que no sea putearme sola. Mande una carta quejandose y pidiendo su dinero de vuelta a la empresa, dijo, no es ni mi culpa ni mi problema. Seguro no es tu responsabilidad, seguro que estos tickets los imprimí en mi casa y nadie, en este mismo sitio, me los vendió ayer. Seguro.

De Midi a Central; de Central a Gent. Por más que quería no podía disfrutar la ciudad, mis pensamientos eran una licuadora incesante hasta que encontré la solución perfecta: me voy a Holanda. La imagen corrió por mi cabeza y supe que era lo mejor que podía hacer. Hace días no sentía tal convicción, tanta alegría por la "idea" de un lugar.

Mis pies querían correr pero yo caminaba atrás de ellos pensando. Pensando que vería canales, que cambiaría el clima quizás, que podría comprar stroopwafels y sonreír, sólo sonreír. Mire ansiosas los carteles amarillos, buscando las salidas al país de las bicicletas y encontré algo distinto: Oostend; Bianca y una palabra me vino a la cabeza... mar. Pues bien, me dije, a la playa y después al bosque.

En el camino sólo veía ovejas y vacas hasta que apareció la primera, una gaviota. Me baje en la estación y la mueca en mi boca comenzó a aflorar. El olor del aire era una mezcla de dulce con mar, de viento con sal. Me dirigí a ver los trenes a Bruselas, no fuera a ser que me pediera A`Dam o a donde pudiera llegar. Máximo veinte minutos para caminar.

Cambie un día en la playa por un supermercado Albert Hejin, cambie la arena y el mar por una Iglesia en grises -la cual estaba cerrada cuando me acerque-. Cambie un tren por otro, el anden de llegada por el de salida, los libros por la música. Cambie.

De Oostend a Bruselas otra vez. Frontera, Roosendaal. Supermercado a casi media hora caminando de la estación, no. Tren, pasar por Dordrecht después de siete meses... Rotterdam. Dos paquetes de stroopwafels y volver de vuelta a casa como si hubiera ganada una maratón.

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