martes, 22 de junio de 2010

Comenzando a despegar

Me fui sabiendo que había llegado la hora de la despedida. Me fui sabiendo que la próxima vez que volviera no sería lo mismo, sería la última. Después, una vez más, tomaría mis maletas y las cambiaría de casa, de país, de lengua. Nuevo destino: Barcelona, España.


Esta vez me fui en el bus mirando las calles, tratando de ver los recuerdos, amontonandolos y guardandolos por miedo a perderlos, por miedo a olvidar. Por miedo a que se hundieran en los canales, se extraviaran en los paques o rodaran en las ruedas

de las bicis.


No quiero olvidar pero a la vez no quiero recordar tanto. No quiero enamorarme acá y dejar de amar allá, no quiero amar a Amsterdam más que a Chile y después arrepentirme un poco de volver, pasar el tiempo deseando estar acá de nuevo.


Me fui y luego me terminaré de ir sin haber alcanzado a ir al Van Gogh otra vez -la última fue en el 2003-. No alacanzaré a tomarmer las últimas chelas en el Vondel Park, ni a andar en bicicleta sintiendo que el viento me hace volar y me convierte en alguien completamente libre.


No alcancé a ver los campos de tulipanes, a bañarme en su mar, menos a aprender su idioma. No alcancé pero sé que volveré a hacerlo.

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