viernes, 25 de junio de 2010

Brugge

Si uno caminaba un poco más allá de la zona turística, las calles se volvían vacías, casi desoladas. Todo seguía siendo igual: casas bajas, construcciones de ladrillos, todo muy parecido a la arquitectura de A`dam. Pero no era lo que me esperaba.


Pese a mi desgano y al calor –he aprendido que por más que alegaba es más cómodo conocer una ciudad con algo de frío que con treinta grados Celsius- me perdí en los adoquines buscando lo que había visto casi un año atrás en esa película homónima, pero no lo encontré. Esta vez, deseé frío, lluvia, nieve, para que todas esas imágenes me hicieran sentir que estaba en un mundo real que antes ya había conocido, no en esta película de ficción y fantasí

a en la cual, a veces, vivo.


Pero por más que busqué en todas las esquinas, no logré encontrar esa magia y ese cuento de hadas del cual todos hablaban. Sí, era bonito pero... no sé, seguía ese "algo" que de vez en cuando me falta y que produce que al final nada sea tan espectacularmente maravilloso y mágico como quizás debiera. Pero uno de sus parques era increíble. Pude dormir una siesta, escuchar música, tomar sol y hacer como si el mundo no existiera, hacer que el mundo se detuviera.

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