jueves, 29 de julio de 2010

Media vuelta

Roma no se ve igual que la vez pasada, hoy esta más linda que nunca. Hoy es mi película, mi propia ciudad que camino vacía de gente a las seis de la mañana, desde Termini hasta la casa de la vecina del Foro Romano.

Pareciera que el sol sale exclusivamente para mi, iluminando cada paso que doy mientras busco el camino correcto sin mapa, sin nada. Todo por ahorrarme la plata del taxi.

La mochila pesa en mi espalda, no logro darme cuenta si hace frío o calor. Los minutos pasan corriendo y lo que antes veía tan cerca, ahora no para de alejarse de mi, haciéndolo completamente inalcanzable.

De la nada aparezco justo ahí. Roma esta empezando a despertar mientras yo subo las eternas escaleras que me llevaran al otro lado. Todo mientras ruego que aparezca un baño por ahí, prometiendo que si llego nunca más tomo tanta agua tan temprano.

Ya me acerco a la calle. El amanecer y su luz se cuelan a través de los pilares de las ruinas, transformando todo a su alrededor. En eso cierro los ojos, huelo y me doy cuenta que las calles ya perdieron su exquisito olor a flor.

Los vuelvo a abrir frente a la puerta. Toco el timbre y luego de insistir tres veces me abren. No hay nada como llegar a lo más parecido a casa.

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