viernes, 16 de abril de 2010

Jobs

Desde que llegue a Londres hace casi dos semanas, sin tener más que un living donde dormir, he trabajado dos veces. Esta es mi segunda vez.

La primera trabaje de 11 de la noche a 12 de la mañana del otro día. Primero en el guardarropía de un local llamado “The Camp”, nunca había cachado lo difícil que era hacer ese trabajo, y después en la boletería de un after en “Cosmobar”.

Acá todo es muy caro, a mi claramente la plata no me sobra, así que hoy decidí ir nuevamente al primer local donde había trabajado a hablar con el dueño (italiano) y decirle que necesitaba pega para este fin de semana antes de volver a Holanda la próxima, que me dijera en qué le podía servir o si necesitaba a alguien. Finalmente me devolví, una hora después de que había hablado con él, al bar... algo que nunca había hecho. Además, mi precario ingles lo hacía todo un poco más complicado. Tenía que adivinar que quería la gente y simplemente sonreír (las sonrisas, y explicar que uno no sabe muy bien el idioma, lo logran todo). Pero al final duro poco, sólo de 7 a 10... la cantidad de seres no ameritaba tener a una persona más parada atrás de la barra. Eran tres conmigo: Mónica, una chica australiana que se vino acá para poder tocar en fiestas y Bairon?, un chico de 19 años que trabaja mínimo seis días a la semana.

Acá en Londres el mundo no para ni deja parar. Todo es rápido, sin tiempo, sin gestos. Es difícil, pero a la vez puede llegar a ser muy divertido. Uno conoce gente, ve lugares, ve la realidad... esa que no muestran en los documentales, en las películas, en las postales de las ciudades. Esa que sólo en noches como esta, uno aprende a entender un poco mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario