jueves, 8 de abril de 2010

Gitana por Europa

Llegué hace exactamente 28 días a Europa. Veinte y ocho días que han transcurrido más lentos que nunca, cambiándome de países todo el tiempo: Alemania, Holanda, Inglaterra...

Mi primera experiencia de gitana fue cuando me fui de mi hogar a finales del dos mil seis. En un periodo de ocho meses alcancé a vivir en casi el mismo número de casas. Me cambiaba de un lado para otro todo el tiempo, siempre por distintos motivos. Una vez más volvía a tomar mis cajas, ordenar mi ropa, perder mis calzones. Una vez más tenía que tratar de hacer un espacio mió, sin saber cuánto iba a durar.

Hoy siento lo mismo. No tengo nada mío salvo mi maleta que esta ahí, siempre hecha, siempre lista para volver a partir, siempre sin dejar que mi vida salga de ella, que tome aire, que escape, que respire... que simplemente se emancipe. La maleta y los lugares insisten en que ella tiene que quedarse así, armada, en una esquina viviendo, esperando no sé qué.

Añoro un lugar propio, un lugar que mire y diga: sí, acá vivo yo, se ve en cada esquina que este espacio es parte de mí. Pero no necesito algo como mío por propiedad, necesito algo que me haga sentir menos sola, que me haga sentir más parte de algo, que me haga sentir otra vez yo.

No me gusta ser gitana... hoy no me gusta ser una gitana por Europa, quizás mañana si.


No hay comentarios:

Publicar un comentario