martes, 9 de noviembre de 2010

Truenos y Relámpagos

Hace unos días no sabía si esa vez me quería ir o no. No sabía si prefería la libertad de mi mochila o la celda de la cama. Menos sabía si preferiría noches en trenes sin saber muy bien a dónde iba o si elegía la seguridad de los sueños con imágenes que bailaban en las murallas.


Hace unos días me invadía la nostalgia por ya no tener un lado especifico en la cama, por sentirla a ratos tan gigante y fría. Me cuestionaba, a la vez, el qué tan buena seré sola y pensaba que la gente lo decía porque nunca me había visto lo linda que soy cuando estoy acompañada.


Hoy en Roma llueve como si fuera el fin del mundo y yo sólo observo, sintiendo que todo lo de hace algunos días se disuelve con el agua y yo me quedo en la nada. Estoy sentada en la silla, mirando por la ventana y pienso que me gustaría estar afuera, quisiera estar corriendo, saltando sobre pozas, empapándome de esa agua. Me gustaría perderme con alguien entre calles, reirnos en las esquinas de ellas, jugar a las escondidas en lugares desconocidos.


Quiero que la lluvia limpie y haga escurrir todo lo que se tiene que ir. Quiero sentir la ropa mojada, pegada contra el cuerpo, el agua chorreando por mi cara, cayendo gotas por mi pelo mientras las saboreo como siempre.


La lluvia es igual en todos lados. Estar bajo de ella es como estar en el mar, no importa dónde sea me siento en casa.

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