lunes, 15 de noviembre de 2010

Cerros

Les aparta el velo a sus hijas y a su mujer para darles un beso en la frente mientras se ajusta su sombrero negro, se pone su abrigo café y agarra uno de los paraguas que venden sus amigos. Su esposa lo mira con ternura, no puede creer el buen hombre que le cayó del cielo. Una vez más él saldrá a vender castañas en la calle para llevar el pan a casa, que orgullo siente ella por él.

Él se saca la chaqueta y se tira en su sillón a comer, de la caja, las sobras de la comida china que compró la noche anterior. Empieza a hacer zapping por todos los canales de la tele pero no encuentra nada que lo convenza para ver. Así que se para, se va a su baño y decide entrar a la ducha. Tiene planeado salir.

Se dirige al paradero y espera paciente a que pase el bus 81. Cuando se sube, lo único que piensa es en no encontrarse con nadie conocido y si eso sucede, implora que no lo reconozcan. Se ve nervioso, le sudan las manos y se las frota una contra la otra incansablemente. Las pocas veces que ha tomado ese bus con esa dirección siempre le pasa lo mismo, el corazón no le para de latir a mil. Y cuando ya se acerca a la parada todo va empeorando, toca el timbre temblando y baja cerca del Teatro di Marcello. Se arregla el cuello de su abrigo mientras respira hondo y profundo.

Él se mira sus abdominales en el espejo mientras se esparce aceite por el cuerpo y se retoca un poco con Prada Milano, su más reciente adquisición. Ya con sus jeans ajustados y cajetilla en mano camina hacía el paradero a esperar el Transantiago que le sirve, la ex 226. Se sube y recuerda viejos tiempos: las micros amarillas, el olor a tubo de escape y esos boletos de papel que uno compraba cada vez al subir. Hoy todo ha cambiado, incluso él.

Da unas vueltas nervioso por los alrededores. Sube al Campidoglio, baja por las escaleras que lo acercan a la Piazza Venezzia y antes de cruzar en el semáforo mira a su derecha y ve de fondo el Colisseo. Él nunca pensó que estaría ahí, que vería eso, que su vida cambiaría tanto. Él nunca imagino que algún día en vez de dirigirse a casa con su mujer iría hacia allá.

Él se baja cerca de Merced con Purísima y comienza a observar. Camina lento y seguro por el Parque Forestal. A veces tiene sus manos en los bolsillos y otras, saca un cigarro y lo fuma como si fuera un espía, un famoso o como si estuviera en un salón vestido de frac. Todo esta fríamente calculado, esta es su rutina de siempre y con los años cada vez la ha perfeccionado más. Pero esta vez no le dará resultado, aún es muy temprano así que toma la calle del fondo a la izquierda y comienza a caminar.

Monte Caprino. No es su primera vez ahí pero tampoco ha ido tantas. Recién esta conociendo a los que van por lo que se acerca lento a saludarnos y se queda quieto y en silencio en un círculo. Mientras, todos los otros hablan sin parar de la oficina, de las ventas, de los hijos y algunos hasta osan nombrar a sus mujeres. Para él esto aún no es común, aún siente culpa cada vez que va. Y en eso, absorto en sus pensamientos, lo empieza a mirar un viejo canoso con lentes gruesos. Se acerca a hablarle, le sonríe, lo invita a darse una vuelta y él tratando de secar sus manos lo sigue.

Cerro Santa Lucía. Él llega saludando a todos. Ya sabe el lugar, la hora y los días. Casi siempre los mismos salvo una que otra cara nueva. Casi todos están dispersos, las luz es tenue y le cuesta ver pero lo encuentra, es carne fresca. Se acerca con el pecho inflado y le ofrece un cigarro. Ambos comienza a conversar amenamente hasta que, pausadamente, se alejan del poco resto.

Se limpia la boca y se chupa los labios. Se esta agachando pero en un momento la imagen de su niñas se cruza por su cabeza y se espanta. Le hacen cariño en el pelo, le toman la cabeza suave y se la comienza a inclinar.

Él lo mira de una forma intrigante, desata su cinturón, con una mano desabrocha el botón de su jeans a la vez que con la otra baja su cierre y hace parecer como si la más fina gravedad hiciera caer todo. Se dan unos besos apasionados y luego... él se muerde el labio y cierra y abre los ojos de tanto en vez. Hoy hay luna esta llena.

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