Es de parte del Gabinete del Ministro, me dijo. Yo, como si nada, revise mi cuaderno y le volví a dar el número de tu celular. Luego, te llame para avisarte que te estaba tratando de ubicar una señorita, que por qué no contestabas tu celular y yo, sin saber nada no pregunté. Simplemente te di la información necesaria y tu me dijiste que la llamabas al toque.
Al rato me llamaste tu. Preguntaste si todos estábamos en casa, que quién estaba con el celular y que tenías que hablar conmigo con calma. Me avisaste que había explotado una bomba en la Embajada, que tu y todos estaban bien, que aunque tu estabas a treinta metros de la explosión no te había pasado nada –pero claro, me omitiste que el funcionario que abrió el paquete tenía problemas con sus manos-. A continuación, me pediste que por favor te contará chistes y por más que sé sólo uno o dos máximo –y son pésimos- te los conté. Te los conté y aunque fueran malos te reíste, te reíste y me dijiste que muchas gracias.
Cuando te corté di la noticia en casa. La Lala, como siempre, entro en esos shocks extraños donde decía que tenía que llamar a Chile, que habían migas que sabían que ella estaba acá, que tenía que avisarles. Y la mamá, empezó con esos bronces –bronces para mí, claro- donde dices cosas como: vi hoy la cama toda desordenada y pensé: Oh , si ella se muriera o ella se podría morir... algo así.
No entiendo mucho la verdad. Por más que leo noticias y me trato de explicar el cómo y el por qué explota una bomba en una Embajada como la de Chile, que mucho brillo no tiene, no paro de pensar que estas cosas sólo suceden en Europa.
Moraleja: Aprender chistes en caso de bomba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario