domingo, 19 de septiembre de 2010

La isla

Veo montañas y mar, tengo campo y playas. La arena es roja y no. Mi mano choca contra el viento por la ventana mientras una fiesta de rayos baila al frente, es como una película. Mi vida acá a veces se vuelve eso: todos caminan más lento, yo floto por el asfalto y nada es tan real.

Deje de viajar sola un rato... deje de viajar. Un mes y una semana, tres casas, un trabajo, un despido. Pero sigo teniendo miedo, sigo buscando un lugar que me oculte un rato de todo, de mí. Lo busco incesantemente, de vez en cuando lo encuentro pero pasado los días deja de cumplir su función.

Acá puedo escapar. Acá puedo ser libre dejando que la arena se cuele por mis pies, jugando con mis dedos a la luz del sol. Oliendo a humedad antes de la lluvia, oliendo a hierba después de ella. Hundiéndome en el agua turquesa, flotando en ella como si hubiera muerto en el mar, limpiando mis ojos con sal que no sale de ellos. Acá puedo dejar de existir, ocultarme en una cueva, ser yo y el mar en una noche, mojarme sin importar, sin importarme.

Aún así la pena se interpone y me nubla. Pierdo la belleza, dejo de ver los colores de la tarde, de sentir los olores a sal. Dejo todo y no se si quiero estar o no estar.

Hoy no me puedo la Isla.

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