Santiago es bonito pero es raro volver, todo se ve desteñido. Las calles, las casas, hasta las transeúntes. Es raro volver a tener una vida normal como si nunca me hubiera ido: hacer trámites, pagar cuentas, cambiarle el aceite al auto y más. Es mi ciudad pero no es mi casa, son mis calles de chica pero no conforman mi hogar.
Todo cambia al tomar un bus, viajar algo más de una hora con el verde en la ventana y llegar ahí, el puerto querido. Aunque sea verano la brisa obligaba a usar polerón, el olor a mar vuelve a ser el mismo, vuelve a ser ese que no encontré en ningún lugar y pese a lo antiguo, viejo y todo lo poco moderno que pueda ser, es lo más “hogar” que tengo.
Pero este no es mi lugar por ahora. En Chile soy tierra pero hoy quiero ser aire.